Bersih 4

Tras oír las alarmistas declaraciones de las autoridades y los avisos de algunos malayos que me recomendaron no acercarme al centro de Kuala Lumpur, me esperaba una revuelta. La gente hablaba sobre cómo las tres anteriores manifestaciones organizadas por Bersih (un grupo reformista creado tras alegaciones de corrupción en el gobierno) habían terminado en cargas policiales, cañones de agua y gas lacrimógeno. Pero la cuarta protesta fue un evento tranquilo y alegre. Bersih, que significa «Limpieza» en malayo, estimó que más de 200.000 personas desfilaron por el centro de la capital malaya en la mañana del sábado para exigir la dimisión del primer ministro Najib Razak.

La policía cifró el número de manifestantes en 30.000, a pesar de que la multitud colapsó las calles del centro durante todo el sábado 29 y parte del domingo 30. La gran mayoría vestía las camisetas amarillas de Bersih, en desafío a la afirmación de última hora del gobierno de que eran «ilegales». Algunos incluso blandían pancartas amarillas que declaraban que «puedes ilegalizar una camiseta, pero no una idea».

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I Treat You Icecream

Salgo de Sungai Petani tras un frugal desayuno de dos ringgit (te tareh y roti chana), simplemente caminando por la cuneta de camino a la carretera que va a Kuala Ketil cuando un heladero ambulante pedalea de la nada y me llama. «¡Eh! ¡Amigo!» Me giro esperando los usuales ¿Dónde vas? ¡El bus se coge allí! ¡Nadie te va a parar! Pero en vez de eso el vendedor sonríe desde su bicicleta y dice, de una forma tan humilde como alegre: “Te invito a un helado”. Y abre la pequeña neverita que lleva soldada a la bici e insiste en que coja uno de los caros. Elijo algo así como un Magnum de chocolate y café, sonrío de vuelta y digo muchas gracias tío, y él sonríe de nuevo y también dice gracias.

Y unos escasos y cortos minutos después el helado se ha terminado pero yo camino extático por la cuneta, la moral a tope, apreciando cada detalle que me encuentro desde niños jugando hasta arroyos de basura. Porque cuando viajas así es este tipo de cosas las que te alegran el día. No los grandes templos ni el dinero o siquiera las montañas, sino la simple amabilidad desnuda del desconocido que sabe que no somos desconocidos.

De vuelta en la carretera

Voy a buscar pan para desayunar con tomate y aceite, pero me cuesta encontrarlo y termino dando un largo paseo y de vuelta en Villa Francescatti Tom está a punto de irse con sus pintas de Jesús ario a una Rainbow Gathering en los Alpes suizos. Yo no puedo ir porque mañana vuelo de vuelta a Asia, de vuelta a casa. “¿Es eso casa?” “Casa es donde eres feliz”.

Despierto. Oigo el murmullo sucio del avión. Recuerdo. Aquel hippie israelí que me abrazó en Verona tras una charla de dos horas y una Franziskaner compartida, esos dos autoestopistas alemanes que dirigí a Milán y a Venecia gracias a Kumar (¿crees en las casualidades Kumar?), Kumar que paró en el pedaggio y también iba a Marco Polo y escuchaba música de Bollywood en su coche. Azafatas veladas de Etihad danzan por el pasillo, el aviso de los cinturones se enciende, descendemos, de vuelta en Asia, con la luna roja que me dice que voy bien brillando sobre la pista de aterrizaje cuando tocamos tierra en Kuala Lumpur.

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