Arjun

Un tintineo metálico se oye a lo lejos mientras leo a la sombra de un arco junto al lago. Levanto la vista y allí a lo lejos, caminando por el ghat, veo al niño de la calle al que Shush puso sobre una carroza el pasado Shivaratri. Aún hoy, un año después, lleva el disfraz puesto, ni un detalle faltante salvo la pintura azul sobre la piel, y las marcas del tiempo y el uso continuo.

Arjun me ve sonriendo como un niño, y cuando saludo con la mano se acerca. Le digo que le vi el año pasado y me mira sorprendido y orgulloso de que recuerde su momento de gloria. Le ofrezco un trago de Maaza y responde tímidamente que no hace falta, que acaba de beber agua del lago. Cuando insisto se lo bebe del tirón, temeroso de que se lo quite al principio y sorbiendo hasta la última gota cuando ve que está a salvo. Al terminar lanza un buen eructo y los dos nos reímos. Le echo un par de fotos, ojea mi libro deteniéndose en los dibujos taoístas, pretende que sabe leer cuando descubre mi cuaderno de hindi. Al final se confía demasiado y se lleva un pescozón por pedirme un cigarrillo. Se venga robándome el cuaderno y cuando le doy una voz regresa riéndose a carcajadas. Al poco se despide. Kal milengue, baba. Se vuelve halagado por el término y me da la mano solemnemente, devolviendo mi hindi con inglés: Yah, siju brother.

Maaza Pushkar Shiva Kid


Al día siguiente bebo chai en el café que acaban de abrir junto a Sunset cuando Arjun pasa por delante y al verme se para a saludar. Charlamos un poco y al minuto está sentado en la silla de al lado. El camarero no pierde un segundo en acercarse a echar de mala manera al niño de la calle, sucio, sin reputación, intocable. “Está conmigo”, le digo. “¡Este niño no bueno!” responde, y gesticula que es un ladrón antes de empujar violentamente la silla y tirarlo al suelo.

“Pues me cae mucho mejor que tú”. Arjun se retira mirando al suelo y yo pago las quince rupias. “Acabas de palmar otros dos o tres chai”, me despido. El “gilipollas” me lo aguanto (estoy intentando ser tranquilo y no cambiar a la gente a bofetadas). Desde el otro lado de la calle, Arjun me observa muy serio.


La tarde siguiente estoy en la terraza del Sunset dándole al hindi y Arjun se pasa a saludar y de paso pedirme un Maaza. Hoy va de punta en blanco con una camisa en vez de el disfraz de Shiva, y me lleva un momento reconocerle. Una cosa es compartir y otra dar limosnas, lo cual le intento explicar con poco éxito. Pero son horas laborables, así que se traslada a la mesa de al lado y rápidamente sablea un par de Coca Colas a la pareja estadounidense que la ocupa. Viendo que le han pedido algo el camarero se controla, pero cuando se le unen Vir y Moti, otros dos niños mendigos, empieza a rondar mosqueado. Los termina echando a los tres, aunque con mucho más decoro que el camarero de ayer. Si de él dependiera posiblemente los echaría a patadas como si fueran perros callejeros, pero lleva muchos años en esta terraza y sabe que a los clientes guiris no les gustan esas cosas.

Poco después Arjun empieza a rondar de nuevo las mesas, con sus tres palabras de inglés y su lastimero one butter chapati. Esta vez el camarero lo larga con un gruñido y un amago de tortazo, y desde el otro lado de la calle Arjun me mira, esperando a ver si hago algo como ayer. Sintiéndome algo hipócrita, me encojo de hombros y hago el indian wobble, un movimiento de la cabeza que mas o menos puede significar cualquier cosa. Arjun y Moti, que observa algo más atrás, se ríen a carcajadas.

Arjun durante el shivaratri de 2015
Arjun durante el shivaratri de 2015

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