Hoy no soy capaz de dejar el hotel antes de la hora del checkout, después de que los chavales de recepción se empeñaran de llevarme de bares anoche. Me levanto a las once, hago la mochila y compruebo la ruta mientras como noodles gratuitos del hotel. A las 12:10 estoy caminando dirección noreste bajo un sol infernal hacia una de las calles principales de Mataram. Lleva un rato parar una pickup. Van a Bangsal, igual que yo, pero quieren dinero. Al menos les convenzo para que me saquen da la cuidad. El siguiente coche, en Midang, habla inglés y va a Sengigi, así que por qué no, tomemos la ruta turística. Me deja en el medio de un pueblo de playa muy comercial lleno de discotecas y de los inevitables tuts que intentan venderte cosas.
Camino dirección norte acantilado arriba. Como debe ser en un lugar como este, cuatro coches dicen no numpang [numpang significa autoestop en bahasa] pero el quinto dice que por qué no, y con una sonrisa subo al coche. Va mitad de camino, hasta Nipah, habla algo de inglés y me da un Marlboro. En Nipah visitamos su restaurante de pescado frito en la playa y empieza a llover muy duro, la primera lluvia fuerte desde probablemente Myanmar hace cinco meses. Me refugio en el warung de su hija y leo hasta que afloja. A ella no parezco importarle mucho y prefiere echarse una siesta en el suelo.